Hace diez años, la pequeña localidad de Allende, en Coahuila, se vio sacudida por una de las masacres más atroces en la historia del narcotráfico en México. Durante un fin de semana, el grupo criminal Los Zetas se apoderó del pueblo, sembrando caos y dejando a su paso un rastro de desapariciones, muerte y destrucción. A pesar de los esfuerzos, el número exacto de víctimas sigue sin esclarecerse, con cifras oficiales que reconocen 26 desaparecidos, pero investigaciones periodísticas y testimonios que insinúan que la cifra real podría ascender a 300 personas.
### La Traición que Desató el Horror
Los responsables de esta masacre fueron Miguel Ángel Treviño Morales, conocido como Z-40, y Omar Treviño Morales, alias Z-42, exlíderes de Los Zetas. Su brutal represalia fue el resultado de una presunta traición dentro del cártel. Alfonso “Poncho” Cuéllar, Héctor “El Negro” Moreno y Luis “La Güiche” Garza, operadores del grupo criminal, fueron acusados de colaborar con las autoridades estadounidenses y de robar grandes sumas de dinero provenientes del narcotráfico. Para enviar un mensaje de advertencia, los Treviño Morales ordenaron la ejecución no solo de los presuntos traidores, sino también de sus familias y allegados.
### El Terror en las Calles de Allende
La tarde del 18 de marzo, aproximadamente 60 sicarios llegaron a Allende en convoyes de camionetas de lujo, fuertemente armados. Su objetivo era el rancho Los Garza, donde secuestraron a todos los presentes y causaron estragos en la propiedad. A partir de entonces, el caos se extendió rápidamente por el pueblo. Durante las siguientes 48 horas, los sicarios invadieron casas, saquearon y cometieron actos de violencia extrema. Algunas de las víctimas fueron trasladadas a los ranchos Los Garza y Los Tres Hermanos, donde sus cuerpos fueron incinerados en tambores de metal con gasolina. La violencia no se limitó a Allende, extendiéndose a otras localidades como Piedras Negras, Acuña, Nava y Villa Unión.
Uno de los aspectos más escalofriantes de este caso fue la complicidad de las autoridades locales. Según un informe del Colegio de México, la Policía Municipal recibió órdenes de no intervenir, mientras que ni el Ejército ni la Policía Federal se hicieron presentes durante los tres días que duró la masacre. Esto permitió que Los Zetas operaran con total impunidad, sembrando el terror sin encontrar resistencia.
En 2017, la periodista Ginger Thompson reveló en ProPublica que la masacre podría haber sido resultado de una filtración por parte de la DEA. Informantes estadounidenses proporcionaron a la agencia números de teléfono asociados con los Treviño Morales, pero al compartir esta información con las autoridades mexicanas, Los Zetas descubrieron la traición y actuaron con extrema violencia. Aunque la DEA ha negado su responsabilidad, el reportaje de Thompson sirvió de base para la serie documental «Somos.», estrenada en Netflix en 2021, que ofrece una perspectiva más cercana a las víctimas y ha contribuido a dar visibilidad internacional a esta tragedia.
A pesar del impacto de la masacre, las investigaciones no comenzaron hasta 2014, cuando el periodista Diego Enrique Osorno sacó a la luz los hechos. En 2019, el gobierno mexicano emitió una disculpa pública, pero la justicia sigue sin llegar. La mayoría de los restos de las víctimas aún no han sido recuperados y no se han realizado detenciones significativas. Los hermanos Z-40 y Z-42 fueron arrestados en 2013 y 2015, respectivamente. El 27 de febrero de 2025, fueron extraditados a Estados Unidos, donde enfrentan cargos de narcotráfico, homicidio y crimen organizado, con la posibilidad de recibir condenas severas.
La serie «Somos.» de Netflix es una de las pocas producciones que narra un hecho real del narcotráfico desde la perspectiva de los civiles. Su impacto ayudó a visibilizar la masacre de Allende y a reavivar el debate sobre la impunidad que rodea este caso. A más de una década de distancia, las familias de las víctimas siguen en busca de verdad y justicia en un incidente que sigue siendo una herida abierta en la historia de México. La falta de justicia y la impunidad con la que Los Zetas operaron reflejan el nivel de corrupción que ha permitido que tragedias como esta se repitan en el país.