El año 2025 ha comenzado con un sombrío telón de fondo: una preocupante tendencia de aumento en la mortalidad violenta de menores de 18 años. Este creciente problema ha sido objeto de atención en los medios de comunicación y en las redes sociales, con numerosos casos de agresiones atroces contra niños y adolescentes que han conmocionado a la sociedad. Algunas de estas agresiones son perpetradas por adultos, mientras que en otros casos se ha documentado una alarmante violencia entre pares.
Ante esta situación, es imperativo analizar cómo ha evolucionado la violencia homicida contra niños y adolescentes en las últimas décadas, así como identificar los retos que nuestro país enfrenta en este ámbito.
### Un vistazo a las cifras: 35 años de datos
Según información del Inegi, la mortalidad por homicidio en menores de edad presenta una «tendencia doble» preocupante. Por un lado, se ha observado una notable reducción en el número absoluto de defunciones de menores de diez años durante el periodo de 1990 a 2023. Sin embargo, de manera contraria, se ha registrado un significativo aumento en los casos de homicidio doloso cometidos contra jóvenes de 14 a 17 años.
Para comprender mejor estas cifras, es necesario analizar las tasas de homicidios en relación con las disminuciones absolutas detectadas. Por ejemplo, en el caso de los menores de un año, se observa que el número de homicidios contabilizados en 1990 fue de 143, descendiendo a 43 en 2023. En el grupo de uno a cuatro años, los datos también reflejan una reducción, pasando de 181 asesinatos en 1990 a 82 en 2023. Sin embargo, para los niños de cinco a nueve años, aunque se han registrado reducciones, también se han observado preocupantes retrocesos en algunas etapas.
### Retos y perspectivas: un llamado a la acción
En el segmento de 10 a 14 años, las variaciones en las tasas de homicidios han sido constantes a lo largo del tiempo, destacando un aumento progresivo. Por su parte, en el grupo de 15 a 17 años se ha evidenciado un registro creciente en la mortalidad violenta, con un promedio anual que ha ido en aumento desde la década de 1990 hasta la actualidad.
Estas cifras revelan una realidad alarmante que exige una acción inmediata por parte de las autoridades y de la sociedad en su conjunto. Es fundamental implementar estrategias efectivas de prevención y protección para garantizar la seguridad y el bienestar de los niños y adolescentes en nuestro país.
En conclusión, el aumento de la mortalidad violenta en menores de 18 años es un fenómeno que requiere una respuesta urgente y coordinada por parte de todos los actores involucrados. Solo a través de un esfuerzo conjunto y comprometido podremos revertir esta preocupante tendencia y construir un futuro más seguro y prometedor para las generaciones venideras.














