Los conflictos en Siria han provocado un giro inesperado en la posición de Rusia en Oriente Medio, con la caída del régimen de Bashar al Assad representando un golpe significativo para los intereses de Moscú en la región. A pesar de la estrecha colaboración entre Irán y Rusia para fortalecerse militarmente, Putin se ha visto obligado a reducir su presencia militar en Siria, retirando personal y equipo de varias zonas clave del país.

Desde que Rusia envió tropas en 2015 para respaldar al gobierno de Assad durante la guerra civil desencadenada por la Primavera Árabe en 2011, sus fuerzas se han desplegado en todo el territorio sirio, incluyendo lugares como Damasco y Alepo. Sin embargo, recientemente han concentrado sus operaciones en tres bases militares permanentes: el puerto de Tartús, la base de Khmeimim y Qamishli.

A pesar de la situación desfavorable, Rusia ha buscado adaptarse a los cambios, coordinándose con el nuevo régimen rebelde para una retirada parcial que los coloca en una posición de debilidad. Para minimizar las pérdidas, han cambiado su retórica, dejando de calificar a los rebeldes como terroristas y reconociéndolos como las «nuevas autoridades». Además, han propuesto la integración de Siria al foro BRICS+ como una nación amigable.

La pérdida del régimen de Assad como aliado clave ha obligado a Rusia a buscar maneras de mantener su influencia global y su capacidad de maniobra en la región, especialmente ante la creciente presencia de Estados Unidos. Aunque han perdido una posición estratégica fundamental que les permitía acceso al Mediterráneo oriental y expandir su influencia hacia África, aún tienen cartas por jugar.

Rusia ha sido durante mucho tiempo un importante proveedor de trigo para Siria, suspendiendo las entregas debido a la inestabilidad política. La reanudación de este suministro es crucial para el nuevo régimen, que enfrenta una crisis alimentaria tras años de guerra civil. Además, Moscú podría ofrecer apoyo en temas energéticos relacionados con el petróleo a cambio de mantener sus bases militares en suelo sirio.

La incertidumbre rodea la reacción del nuevo gobierno de transición sirio, que se enfrenta a un dilema. Por un lado, necesitan la ayuda y el apoyo de Rusia, pero por otro, la población recuerda los bombardeos rusos contra las fuerzas anti-Assad. ¿Cómo justificar la presencia de quienes fueron considerados enemigos hace poco tiempo? Además, el gobierno busca ser visto como moderado y ganar legitimidad a nivel internacional, lo que podría ser complicado si mantienen una estrecha relación con Rusia.

A pesar de las dificultades, aún es posible que a través de negociaciones, Rusia pueda conservar ciertas prerrogativas y mantener una relación con Siria. Sin embargo, la pérdida de su posición estratégica en la región plantea desafíos significativos para Putin, que se ve cada vez más presionado por sus acciones en Ucrania y las consecuencias de los cambios políticos en Oriente Medio. La situación se vuelve cada vez más crítica para Rusia, que busca mantener su influencia en la región mientras lidia con un panorama geopolítico complejo y en constante evolución.